El Siglo XIX - València
HISTORIA
El siglo XIX
La historia de Valencia, como en buena medida la del resto de Europa, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX estuvo marcada por las repercusiones de la Revolución Francesa.
Ante la noticia de las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII y del levantamiento de Madrid el 2 de mayo frente a las tropas napoleónicas, el pueblo valenciano se alzó en armas el 23 de mayo de 1808 enardecido por las arengas de personajes como El Palleter, de Emilio Calandín (Foto 21). Los amotinados tomaron la Ciudadela y constituyeron una Junta Suprema de gobierno que se hizo cargo de la ciudad y se aprestó a la defensa. En el tenso ambiente revolucionario, el sector más radical de la revuelta asaltó la ciudadela y pasó por las armas a cuatrocientos civiles franceses allí guarecidos.
El 28 de junio se produjo un primer ataque del ejercito napoleónico al mando del general Moncey, que fue heroicamente rechazado. Posteriormente, el general Suchet repitió el cerco por dos veces, consiguiendo su objetivo el 9 de enero de 1812, después de varios días de incesantes bombardeos. El gobierno del general Suchet Duque de La Albufera- fue, en términos generales, beneficioso para la ciudad. Entre otras actuaciones, cabe mencionar que implantó prudentes medidas de higiene y seguridad pública y se ajardinaron importantes enclaves de Valencia. Su control sobre la ciudad fue breve, pues en julio de 1813 debió abandonarla ante la retirada del ejército francés.
Durante los años de invasión francesa los valencianos celebraron elecciones a diputados y enviaron sus representantes a las Cortes de Cádiz, donde se redactó en 1812 la primera Constitución Española, conocida popularmente como La Pepa, puesto que se aprobó el 19 de marzo, día de la festividad de San José.
Un año después de la salida de las tropas de Suchet, -cuyo ejército se retiró en formación, pacíficamente, sin ser apenas inquietado durante su salida- en mayo de 1814, Fernando VII regresó a la península a través de Valencia, dónde se instaló en el palacio de Cervelló, derogando de inmediato la constitución aprobada en Cádiz e instaurando un régimen de carácter absolutista (Foto 22). La ciudad vivió esos años bajo las órdenes del general Elío, que se hizo cargo de la Capitanía General de Valencia días después de que Suchet abandonara la ciudad. Su forma de gobernar le granjeó a partes iguales- incondicionales adhesiones y férreos enemigos.
La historia de Valencia durante el reinado de Fernando VII e incluso después, es sustancialmente la del resto de España: una etapa de conflictos entre los partidarios de un régimen absolutista que se desmorona por momentos y los adeptos del liberalismo, que no acaban de hacerse con el poder. Pero en Valencia se vivieron algunos de los episodios más notables. En marzo de 1820, durante el Trienio Liberal (1820-23), el general Elío fue encarcelado y tres meses después ejecutado. Durante la etapa absolutista que siguió a continuación (la llamada Década Ominosa, de 1823 a 1833), se llevó a cabo una represión contra liberales y masones a cargo de la fuerzas del Estado y de la Inquisición, que actuó en Valencia por última vez con la ejecución en 1826 de Cayetano Ripoll, un maestro de escuela acusado de deista y masón.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, durante la regencia de María Cristina y el posterior gobierno progresista del general Espartero, se liquidó definitivamente el Antiguo Régimen, consolidándose el estado liberal. Fueron años difíciles, en los que la ciudad vivió un clima revolucionario, con enfrentamientos entre las distintas facciones liberales, y en permanente amenaza por las tropas carlistas del general Cabrera. Fue de Valencia desde donde María Cristina partió al exilio en octubre de 1840, tras fracasar un acuerdo con Espartero, y fue a esta misma ciudad donde regresó tres años después, ante el alzamiento del general Narváez, que depuso a Espartero y proclamó a Isabel II como Reina.
Durante este convulso periodo se produjeron cambios importantes. En 1833 se crearon las provincias. Ese mismo año se reestructuró el Ayuntamiento, desapareciendo los cargos vitalicios para acceder a ellos personas cuya extracción social provenía de la burguesía local elegidos mediante sufragio. En 1837 se puso en marcha la desamortización de bienes de la Iglesia que fueron adquiridos en su mayoría por la aristocracia y la burguesía local.
El reinado de Isabel II constituyó una etapa de relativa estabilidad y de crecimiento para Valencia. El Ayuntamiento, como el país en su conjunto, pasó a manos de una burguesía moderada, que había consolidado su poder de influencia al amparo de la desamortización, con la prestación de servicios a la comunidad (abastecimiento de agua, pavimentado, gas, transportes), o con operaciones financieras. Este periodo se caracterizó por un recuperado dinamismo de la economía valenciana provocado por las numerosas innovaciones que se introdujeron en la agricultura, la industria y en el sector financiero. De la mano de próceres como José Campo, (Foto 23) Valencia dio un salto cualitativo hacia la modernidad, mejorando sustancialmente las infraestructuras y los servicios y llevándose a cabo proyectos, como el del puerto, largo tiempo demandados.
El agitado contexto ideológico reflejo del que se vivía en Europa y el descontento con la Corona, desembocaron en la revolución de 1868, la Gloriosa. Isabel II marchó al exilio, se redactó una constitución progresista y se formó nuevo gobierno presidido por el general Prim, quien se encargó de buscar un candidato para ocupar el trono, encontrándolo en Amadeo de Saboya. El nuevo Rey gobernó de acuerdo a la Constitución durante cuatro años llenos de conflictos políticos (entre los borbones partidarios de la restauración, los carlistas, los republicanos federalistas y los movimientos obreros), pero finalmente abdicó en 1873, proclamándose la Primera República.
En medio de un ambiente radicalizado, se desató la insurrección cantonalista. El Cantón de Valencia, proclamado el 19 de julio de 1873, no tuvo el carácter revolucionario que alcanzó en otras zonas de España, pero el gobierno de Madrid decidió ahogar la rebelión con las armas, enviando tropas al mando del general Martínez Campos, nombrado capitán general de la plaza, quien el 7 de agosto entró en la ciudad tras someterla a un intenso bombardeo. Apaciguado el conflicto, el militar buscó apoyos en ella para promover la Restauración de la dinastía borbónica, y tras el pronunciamiento de Sagunto y la ocupación de Valencia, dio un golpe de estado que derrocó al gobierno republicano. Alfonso XII, hijo de Isabel II, llegó a Valencia, camino de Madrid, el 11 de enero de 1875, y poco después fue proclamado Rey.
Valencia fue la cuna de la Restauración borbónica, pues destacados miembros de la sociedad local contribuyeron a su advenimiento y ayudaron a construir la base política del sistema, y el bipartidismo entre conservadores y liberales, mediante el clientelismo y el caciquismo. La estabilidad entre ambas formaciones comenzó a venirse abajo, no obstante, con la concesión del sufragio universal masculino en 1890, a partir de lo cual el republicanismo, con Vicente Blasco Ibáñez al frente, ascendió considerablemente hasta convertirse en la fuerza más votada en la ciudad.
En los años setenta cobró fuerza un movimiento cultural comprometido con la recuperación de la lengua y las tradiciones valencianas, la Renaixença. A las posturas iniciales, más cercanas al romanticismo y a la evocación nostálgica, con Teodoro Llorente a la cabeza, vinieron a contraponerse los planteamientos más reivindicativos que encarnaban personas como Constantí Llombart, creador de Lo Rat Penat.
Desde el último cuarto del siglo XIX Valencia comenzó a crecer. El derribo de las murallas en 1865, - aspiración por la que pasaban todas las ansias de modernidad -, fue el punto de partida para el desarrollo de las áreas periféricas (Foto 25). La apertura de las grandes vías, previstas en los planes de Ensanche, potenciaron la rápida urbanización del sector oriental, con una trama viaria ordenada, que se pobló de edificios de estilo modernista y ecléctico, muchos de los cuales todavía existen. En el resto, en especial en la otra orilla del Turia, la urbanización se retrasó hasta bien avanzado el siglo XX. La otra manifestación del carácter expansivo de Valencia fue la incorporación de los municipios periféricos, desde el Grau o el Cabanyal a Patraix, Campanar o Benimaclet.
La modernidad cambió los hábitos sociales de la ciudad. La feria de julio pasó a ser el eje del calendario festivo (Foto 26), sin renunciar por ello a las celebraciones más tradicionales como las fallas. El teatro, el trinquet o los toros, eran los espectáculos preferidos de los valencianos, aunque pronto aparecieron otras novedades, como el cinematógrafo, que en aquel momento era una mera curiosidad.